Me siento a veces tan débil...Tan vulnerable frente a Nadie que paso el día pensando que, cuando hable con ella, esté de buenas y no se me ponga triste ni cabreada, que no esté borde ni seca, que hablemos como dos amigas normales, que confíe en mí para contarme sus problemas e incomodidades frente a la vida...Es tan difícil pedir eso...Es tan complicado hacer que confíe en mí...Pero, os demostraré que hay las suficientes causas y razones para que no lo haga, al igual que hay las suficientes causas para que yo esté siempre para Nadie.
Imagina que, eres una niña. Las niñas, desean cosas que no pueden tener, en este caso deseo la Luna, la deseo con todas mis fuerzas, la cuido siempre, soy la noche...Luna se siente arropada por mí, Luna se siente como en casa cuando está conmigo, pero yo no puedo tocarla, y ella a mí tan solo puede imaginarme a su lado...Luna, tan bonita y preciosa que la noche se hace día en el momento en el que dormimos y soñamos con amar libremente sin espacios que recorrer para amanecer junto a Nadie, nadie y todos a la vez, sé que no soy la única que la admira, también está Sol, reina del día y amante de Luna, más fuerte que la noche y más cálida que yo. El amor y la incertidumbre de no saber, Luna ama por la fuerza de la naturaleza a Sol, pero ahí está noche, y Luna sabe que nunca se irá, que cada día volverá para arroparla con su firmamento y hacerla brillar. Tengamos en cuenta que, ésta historia se asemeja con mi realidad, que Nadie es Luna, y que está enamorada de Sol, que brilla por sí sola haciendo que Luna la admire, somos las dos razones para que ella brille, por eso, yo soy dependiente de ella y ella es dependiente de mí.
Por eso, por más, en mis momentos de debilidad quisiera que no amaneciera nunca...
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