Y finalmente, llegaron las noches en las que encontró la templanza y lucidez que la caracterizaban, volviendo a ser algo de lo que un día fue. Sin embargo, siempre habrá un enigma que la sumaba en una terrible inquietud, causa de sus perturbaciones, de la pérdida de esencia y sabiduría, pues era un ser humano a la inversa del resto.
Nunca descansó en paz, pues nunca hubo de eso en su mundo, todos los días moría...todos los días, era reo de sus lastres en vida. Cada segundo era esclavo del anterior, cada suspiro cómplice de recuerdos, recuerdos que aún no alcanzaba a conocer del todo.
Y entonces llegó el momento preciso en el que comenzó a sumergirse en su consciencia, intentando encontrar algo que le diera las respuestas necesarias en un descomunal mundo sordo como este, dar con la llave para cerrar puertas, y a la misma vez, descubrirse a sí misma, rodeada de miles de sombras y reflejos, de fuego cenizo y cielo taciturno. Encontrar el asfalto destinado a pisar, fuera como fuese, era su único fin.
Y mientras el café se enfría y se disipan las nubes, ella sabe que llegará ese "algún día" en el que, de una vez por todas, termine de nacer, y aún sin tenerlo todo, podrá ser la más feliz del mundo. Porque es inteligente, pero tonta e ingenua al caminar en su vida...la más tonta de todas.
